domingo, 22 de noviembre de 2009

Sobre Lo Diferente: "Alegría Revolucionaria"

Opinión de un lector de Página 12, extraída del Suplemento "Soy" del 20 de Noviembre de 2009.

Como bien dijo Lux en el Soy del pasado 13 de noviembre, la alegría también es revolucionaria. Yo quiero redoblar la apuesta: la alegría es la pasión más auténticamente revolucionaria. Pregúntenle a Deleuze si no. Pregúntenle a Spinoza. Los tiranos y los esclavos por igual nutren sus almas con la tristeza. Tristeza quiere decir: poca, muy poca capacidad de actuar. Y de protestar. Y de reclamar. Y más aún, de bailar. Las almas represoras y conservadoras, de quienes la cúpula de la Iglesia Católica Apostólica Romana es el alma mater, prefieren siempre la tristeza de la muerte. Vean si no el rostro sufriente de los Cristos, sus rodillas destrozadas. Nunca un Cristo riente y activo, sembrando su mensaje entre los relegados. Quisiera responder a José y a Silvia Fontal, cuyas cartas publicó Soy el viernes pasado y que, cada uno a su modo, lamentaban la estridencia y la visibilización de ciertos estereotipos asociados con las Marchas del Orgullo. Estimada Silvia, por supuesto que en la última Marcha hubo mujeres, hubo lesbianas con hijos, chicos feos y travestis sin pretensiones de vedette. Por supuesto que todxs ellxs hacen la diversidad. Pero, ¿no le parece un desperdicio de tinta y energía protestarle, por unas fotos, al único diario del país que publica un suplemento enteramente Glttbi, habiendo tantos otros medios que verdadera y absolutamente nos invisibilizan? Estimado José, como usted bien dice, “hay que mostrar el orgulloso orgullo de ser como somos”. Pero entonces, debe advertir lo contradictorio que resulta cuando, inmediatamente después, usted añade el infaltable “pero...”. Nada de peros, José. Si la prensa amarilla o la “gente bien” ven nuestra alegría como un circo, allá ellos. Tanto mejor: el circo es un espacio de alegría. Ser como somos implica, entre otras cosas, no hacernos cargo por adelantado de lo que puedan pensar los demás, sobre todo si hacerlo va a impedirnos, precisamente, ser. Cierto, homosexuales somos todos: el que marchó y el que no, el que tiene miedo y el que no. Pero entonces, ya que usted propone “cambiar de método” sin ofrecer sugerencia positiva alguna, ¿qué hacemos? ¿Transformamos la Marcha en un acto solemne, para que se animen los que tienen miedo? ¿Será que no vienen porque temen nuestra alegría... o más bien porque temen los prejuicios de la sociedad, aquellos mismos prejuicios contra los cuales marchamos? ¿Y cómo se combaten esos prejuicios? ¿Marchando según la etiqueta social de la no-estridencia... o subvirtiendo esa misma etiqueta? En el fondo, lo que quiero decir es que el miedo sólo se combate con alegría (de nuevo, pregúntenle a Spinoza). Que hay que nivelar para arriba y no para abajo, o sea: que los que tienen que cambiar de mentalidad son los que van a ver “el circo”, no nosotros. Cuando entendamos que el circo está en todas partes, entonces dejaremos de preocuparnos por los culos y las tetas.

Yo, Matías, soy bailando. Soy en cueros. Soy plenamente en la alegría que significa para mí marchar junto a mis amigos, con un prendedor arco iris en mi morral y una corbata con la cara de Jack Skellington sobre mi piel desnuda. Para ponerme saco y corbata a rayas tengo los restantes 364 días del año. Pero ojo, que quede claro: si me quedé en cueros y bailé frente al Congreso no fue por superficialidad, fue para reclamar y bailar, para reír y reivindicar. Porque creo que no hay pasión más revolucionaria que la alegría.
Matías Soich

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