miércoles, 25 de noviembre de 2009

"El viaje" - un cuento que parece cuento

Ugo y Wigfrido estuvieron a punto de fenecer por deshidratación por la cantidad excesiva de transpiración que comenzaron a sentir en sus cuerpos a los cinco minutos que el ferry desamarró del puerto de Barracas de Buenos Aires, la descompostura que sintieron aumentaba segundo a segundo. Se habían apropicuado cómodamente en los asientos del gran salón del buque; el viaje los tenía entusiasmados, harían esa noche una presentación en el escenario del teatro principal de Colonia del Sacramento, en Uruguay.
Habían dejado sus sillas de ruedas en la entrada de la embarcación, lugar que la atractiva azafata junto con el capitán señalaron amablemente a Al y Retamoso, los asistentes de los entusiastas artistas que acompañaban en casi todas las circunstancias; éstos, decidieron acomodarse en la primera fila del salón de la embarcación; el entorno vidriado los alentó a hacerlo, generándoles la sensación de una gran proyección en tercera dimensión.


El cielo se entremezclaba con nubes blancas y grises cruzándose entre unas y otras velozmente a causa del fuerte viento que había comenzado a soplar desde que abandonaron el muelle. El ferry se deslizaba ya sin la mínima quietud ladeándose impetuosamente de derecha a izquierda y desprendiéndose el casco de la superficie del Río de la Plata, cual despegue hacia los aires para luego golpear ferozmente contra el agua. Ugo y Wigfrido transpiraban gotas frías cada segundo más que pasaba e intentaban preguntarse entre sí cómo se sentían, pero lo hacían sin mirarse, y en una casi imperceptible voz sintiéndose ambos al punto de ser revolcados por el piso; gritos ahogados desprendían algunos pasajeros, otros se doblaban en sí mismos, el viento ahora corría a unos 90 kilómetros por hora y los movimientos del ferry eran aumentados por las ráfagas; la mujer sentada a unos metros de ellos que leía desde antes que salieran del puerto no dejó de hacerlo nunca, el libro tapaba su rostro; en su mareo, náuseas y con su estómago latente a estallar Wigfrido se preguntó cómo podía estar atenta a la lectura sin moverse en lo mínimo; entretanto, Al y Retamoso habían salido a cubierta casi a la rastra atraídos por un rostro desfigurado e inmenso que se dibujó entre las negrísimas nubes, estuvieron inmóviles contemplándolo hasta que un grito agudo los espantó haciéndolos caer fuertemente uno sobre otro; Retamoso alzo la vista desde el suelo y pudo ver al obeso capitán caer sobre ellos para llevarlos hacia la sala de comandos en un abrir y cerrar de ojos. Lo último que vieron al entrar allí fueron luces enceguecedoras aturdidos por chillidos irreconocibles.
-Qué está pasandoo??! gritó Ugo al ver con ojos entrecerrados ponerse totalmente negro el horizonte adornado con siluetas incandescentes que hacían relieve en el atormentado cielo; el buque no dejaba de sacudirse arrastrando a la totalidad del pasaje de un lado hacia el otro, Wigfrido y Ugo se aferraban con todas sus fuerzas de donde y como podían para evitar ser arrastrados, la azafata, inmóvil, contemplaba el escenario en cuclillas sobre el borde del respaldo de una de las butacas; con pavor, Wigfrido observó cómo los ojos de la bella mujer cambiaban hacia un color amarillo.
-Aaaaall!!! Gritó Wigfrido
-Dónde mierda estáaaan??!! –Gritó Ugo.

Ugo abrió primero los ojos, la primera visión que tuvo fue la azafata diciéndole:
-Creo que ya estas mejor- ya estamos para desembarcar, tranquilo, te descompusiste, igual que tu amigo; es normal cuando se navega con el río movido-.
Ugo no respondió, observó por un instante el cielo soleado y celeste; no quería preguntar nada ni saber más nada, quería salir del barco en ese instante.
Wigfrido abrió los ojos ahora
-Qué pasóo!!?
-Tranquilo, ya están bien, fue solo un mareo, una descompostura que tuvieron- dijo la azafata mirando a ambos con un gesto extremadamente seductor.
Los amigos se miraron buscando aprobarse que fue real lo que había pasado minutos atrás. Al y Retamoso aparecieron con las sillas sin decir palabra.
-Dónde carajo estaban!?? No vieron lo que pasó??!
Ambos asistentes no respondieron, solo se limitaron a ayudarlos a que se acomodaran en sus sillas para salir de allí; las miradas perdidas que llevaban fueron parte de ellos durante mucho mucho tiempo.
-Lamentamos mucho sus malestares, bienvenidos a Uruguay, les deseamos tengan una excelente estadía- exclamó el capitán junto con la azafata que una vez más con gestos de seducción y sonrisa saludaba al pasaje.
Ugo y Wigfrido se esforzaron por devolver un gesto de cortesía en el momento que la puerta del piso superior se abrió y se cerró violentamente dejándose ver por un segundo una silueta de grandísimas dimensiones.
No soportaban un momento más estar ahí, solo querían llegar al teatro y actuar.
En el muelle respiraron de placer mirando a un buque a pocos metros que partía hacia Buenos Aires, la respiración volvió a agitarse cuando vieron a la mujer del libro sentada dentro en él; Wigfrido afinando la vista leyó el título “El día que la eternidad llamó al trabajo a la muerte”.

Marcelo D. R.

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